Esta semana, entre el chisme del FONCA y un sorpresivo, injusto, venenoso y gratuito ataque a la Generación Espontánea en redes sociales, he estado pensando en lo absurdo y triste que es atacar el trabajo artístico de alguien. Nunca he entendido cómo te puede atacar alguien que no conoce tu historia personal, que no sabe realmente quién eres, cuáles adversidades has tenido que enfrentar, cómo has sobrevivido hasta donde estás ahora y cómo sigues sobreviviendo, y cómo le haces para seguir produciendo arte a pesar de lo que sea. Y una de las cosas que pensé es que, para que sea todo más fácil, les puedo platicar algo de mi historia. Tengo 44 años, y he estado conectado con la música desde que tenía 12. Crecí en la que seguramente era en aquellos años la ciudad más aislada de todo México. Sólo había un canal de televisión, que transmitía de 3 a 10pm. Sólo había tres estaciones de radio y ningún periódico local. Vengo de una familia nada cosmopolita, no perteneciente a ninguna élite y monolingüe (aprendí a hablar inglés prácticamente solo, en mi adolescencia y por necesidades prácticas) y no tuve una educación privilegiada, siempre estuve en escuelas públicas. Mi jefa pidió dinero prestado para comprarme mi primera flauta. Todo me ha costado mucho trabajo. Estudié muchos años, y nunca dudé de lo que quería hacer. No soy un tipo especialmente brillante, ni talentoso. Aprendo muy lentamente. Empecé a trabajar a los 18 años y nunca he parado. Siempre he tenido instrumentos muy modestos. La primera vez que viajé a Europa tenía ya 31 años. Todos mis viajes han sido de carácter profesional. He ganado algunas becas (y perdido otras tantas), todas las usé para vivir un poco mejor durante un tiempo limitado. He sido atacado, humillado y vilipendiado miles de veces, de muchas maneras. A veces directamente, siendo confrontado por alguien, a veces de maneras veladas y cobardes. No soy bueno para defenderme en ningún caso. Desde los profesores que casi me reprobaron en uno de mis primeros exámenes de flauta porque, aunque toqué bien, salí a tocar con una gorra de beisbol en la cabeza; pasando por otros que me dijeron que no tenía talento, que no iba a llegar a ningún lado, o que sí lo tenía, pero era un pendejo por querer tocar esa música horrible de puros ruidos. O el director de una escuela que me humilló en una entrevista de trabajo porque no era nadie y no había estudiado en ninguna escuela famosa y él sí. O los compositores que se ofendieron cuando fui jurado del Foro de Música Nueva porque fui el primer intérprete en serlo (ellos no saben que también he compuesto música desde 1993), y miles de etcéteras. Cuando era joven, por joven y no tener “experiencia”. Ahora que soy viejo, por viejo, y por pertenecer a una generación que hizo o no hizo lo que ustedes quieran y gusten. Pero no soy ingenuo. También entiendo que hay otras historias más rudas que la mía. A fin de cuentas, soy hombre en uno de los países más ridículamente machistas y misóginos del planeta y, contrariamente a mi propia percepción, soy percibido como alguien de piel “blanca” en un país notoriamente racista (hace poco, una colega en California me dijo que yo no era blanco, que mi piel era color aceituna, “olive”. Me pareció curioso después de toda la vida de haber escuchado otra cosa). Todo mundo tiene su historia y es ella la que va determinando tantas cosas del tejido de nuestras vidas y carreras. Ojalá pensáramos más en esto.
Y la otra cosa que pensé es que la Generación Espontánea fue (voy a hablar en pasado porque, aunque el grupo no ha desaparecido y sigue existiendo oficialmente, es claro que está felizmente dormido, como el dragón que cuida de los habitantes de mi pueblo) un proyecto cuya única aspiración era la de hacer música juntos. Nuestra trayectoria fue casi tan volátil como nuestra música. Hicimos cuatro discos que ya no se pueden conseguir, se escribieron sólo un puñado de reseñas de nuestro trabajo, tuvimos muy poca presencia en medios establecidos y ningún musicólogo ni cronista ha escrito sobre nosotros. No generamos ningún tipo de teoría ni teníamos agendas sociales explícitas. No pertenecimos a nada que pueda ser descrito con palabras hipsters de moda. No usamos tecnología sofisticada. Con alguna honrosa excepción, nunca se nos invitó a tocar en los festivales ni en los ciclos en los que nuestra música podía tener natural cabida. Y aún así, en su momento de “apogeo”, también la GE fue duramente atacada. Que si éramos unos nostálgicos, que si estábamos perdiendo el tiempo, que si era pura vacilada lo que hacíamos, etc. Es curioso leer un ataque a la GE después de tantos años. Casi me da nostalgia. Pero no. (La GE no está muerta, pero tampoco de parranda). Y después de todo, lo que quede, si es nada, estará bien. Nosotros no hicimos música para la posteridad. Nosotros fuimos la Generación Espontánea. Y ustedes no.
Y la otra cosa que pensé es que la Generación Espontánea fue (voy a hablar en pasado porque, aunque el grupo no ha desaparecido y sigue existiendo oficialmente, es claro que está felizmente dormido, como el dragón que cuida de los habitantes de mi pueblo) un proyecto cuya única aspiración era la de hacer música juntos. Nuestra trayectoria fue casi tan volátil como nuestra música. Hicimos cuatro discos que ya no se pueden conseguir, se escribieron sólo un puñado de reseñas de nuestro trabajo, tuvimos muy poca presencia en medios establecidos y ningún musicólogo ni cronista ha escrito sobre nosotros. No generamos ningún tipo de teoría ni teníamos agendas sociales explícitas. No pertenecimos a nada que pueda ser descrito con palabras hipsters de moda. No usamos tecnología sofisticada. Con alguna honrosa excepción, nunca se nos invitó a tocar en los festivales ni en los ciclos en los que nuestra música podía tener natural cabida. Y aún así, en su momento de “apogeo”, también la GE fue duramente atacada. Que si éramos unos nostálgicos, que si estábamos perdiendo el tiempo, que si era pura vacilada lo que hacíamos, etc. Es curioso leer un ataque a la GE después de tantos años. Casi me da nostalgia. Pero no. (La GE no está muerta, pero tampoco de parranda). Y después de todo, lo que quede, si es nada, estará bien. Nosotros no hicimos música para la posteridad. Nosotros fuimos la Generación Espontánea. Y ustedes no.