Una versión reducida de la presente entrevista, realizada por Miguel Juárez Figueroa, fue publicada en la revista Los Bastardos de la Uva en octubre de 2014. Me parece valiosa hacer pública la versión original de la entrevista aquí, tanto por su contenido como para acercarla a un público distinto y, quizá, más amplio. (WT)
Preguntas para Wilfrido Terrazas
por Los bastardos de la uva
1. ¿A qué te dedicas?
Soy músico. Nunca he hecho otra cosa. Fuera de la música, soy un completo inútil.
2. Te hemos conocido como intérprete de flauta. Y poco después en tu faceta como compositor. ¿Qué toma preponderancia en tu oficio de músico?
Ahora puedo ver que las distintas áreas de mi trabajo empiezan a tener un feliz y sano equilibrio entre sí, después de tanto tiempo de buscar la manera. Tuve mis primeros contactos con la música a los 12 años de edad. Siempre supe que quería tocar un instrumento. He tocado la flauta traversa por casi 25 años. Improvisé por primera vez en público en junio de 1992. Un par de meses después, empecé a dar clases. Escribí mi primera pieza en 1993. Ese mismo año estrené por primera vez una obra de un compositor con el que trabajé. Durante muchos años, ser intérprete de música escrita fue la principal actividad de mi vida musical, pero eso ha cambiado poco a poco en los últimos 13 o 14 años. Ahora hago más o menos 50% música escrita y 50% música improvisada, participo en muchas manifestaciones cuyos procesos de creación son experimentales, y escribo mucha más música de la que solía escribir. También debo agregar que tuve una breve pero enriquecedora fase como musicólogo, que me ayudó a entender muchas cosas (pronto me di cuenta de que no tenía vocación para ser investigador, pero esa es otra historia). Creo que en este momento de mi carrera todas las áreas en las que trabajo son igualmente importantes, y se alimentan entre ellas.
3. ¿Qué opinión te merece el alcohol? ¿te parece que puede existir algú vínculo entre el consumo de sustancias y el proceso creativo?
¡Jajajajajaja! No lo sé. Tengo muy poca experiencia en ese tema, aunque sí he observado que el alcohol y la música experimental se llevan muy bien. Creo que cada persona es diferente. Mi droga de elección es el oxígeno. Quince, veinte minutos de respiración circular son suficientes para hacerme viajar muy lejos, y normalmente hago bastante tiempo más. A veces tardo días en bajar…
Pero respeto las necesidades de cada quien. Sí debo decir que, de unos diez años a la fecha, me he convertido en un entusiasta del vino, particularmente del producido en los alrededores de Ensenada, Baja California, ciudad en la que crecí. Pero, en mi caso, el gusto por el vino no está directamente relacionado con la creatividad musical, al menos hasta lo que puedo advertir.
4. ¿Qué sientes cuando estás en el escenario? ¿Qué opinas de la performación y la improvisación y en qué sentido permiten entender la nueva música?
Es una pregunta difícil de contestar, porque hay muchos posibles casos y circunstancias. Y algo importante de las músicas experimentales es justamente que, muchas veces, se desafía la idea de escenario. De manera general, podría decir que frecuentemente soy absolutamente feliz en el escenario. Ya hablé de mi adicción al oxígeno. Combinarlo con adrenalina constituye un cóctel irresistible. Frecuentemente llego a estados de éxtasis memorables. Quizá suene a rollo, pero normalmente son otros dos los factores verdaderamente importantes para mí: los otros músicos y, sobre todo, el público. Cuando tocas con colegas con los que tienes una conexión especial, se tiene acceso a verdaderos momentos de magia. La energía que proyectas al público, si todo va bien, se te regresa y entonces todos están listos para viajar muy lejos. Para mí, “entender la música” es sólo relevante para los músicos, como una necesidad profesional. No me parece importante que el público entienda la música, esa no es su competencia. Habrá quien lo pueda o quiera hacer, pero no me parece requisito indispensable para disfrutar un concierto. Esto lo compruebo frecuentemente. Todas las músicas tienen en común el ser proyecciones de formas de energía. Se trata de una energía de doble naturaleza. Por un lado, está la dimensión acústica, que es mensurable (en hertzios, en decibeles), es una forma de energía física, que penetra nuestro cuerpo y apela a nuestra percepción. Por otro lado, está la dimensión emocional de la música, mucho más difícil de medir, pero innegable. Todos los discursos musicales están integrados por flujos de energía y todos somos sensibles a ellos, si es que queremos escuchar. Eso es todo lo que se requiere para disfrutar música nueva o vieja, tradicional o experimental. Si es improvisada, de tradición oral, escrita o parcialmente escrita, esos ya son detalles secundarios de las prácticas musicales de la cultura musical en cuestión, y no deberían interferir con el goce de la escucha, según yo…
5. ¿Cómo definirías tu trabajo como compositor? ¿Qué tipo de música compones y para qué dotación instrumental?
Por mucho tiempo no entendí cuál era la música que quería escribir, y ni siquiera estaba seguro de que quería ser compositor. Me costó mucho tiempo llegar a tener claridad en este respecto. Con tantos años de ser intérprete, me di cuenta de que necesitaba tocar un tipo de música que no estaba llegando a mis manos, una música pensada en función del intérprete, en particular de un intérprete-improvisador, alguien capaz de tomar decisiones creativas en tiempo real. Un colega a quien aprecio mucho, el compositor y musicólogo Jorge David, opinó lo siguiente acerca de mi música escrita, hace un par de años: “Willy, estás escribiendo las piezas que quisieras que los compositores escribieran para ti, salvo que lo estás haciendo para otros intérpretes.” Creo que tiene toda la razón. Para contestar puntualmente la pregunta, diré que mi trabajo como “compositor” (pongo las comillas porque me queda muy claro ya que en realidad las áreas de mi trabajo son inseparables, y que todo lo que hago lo hago desde el mismo punto de partida) ha estado en los años recientes abocado a encontrar y explorar distintas maneras de diálogo entre composición, improvisación e interpretación. Ya no escribo partituras convencionales. Mis partituras se asemejan más a mapas, a través de los cuales el intérprete-improvisador puede llevar a cabo su propio viaje, mezclando su mundo sonoro personal con el mío. Es así que mi música escrita tiene mucho más que ver con los modelos creativos de la música experimental que con los tradicionales modelos de la música clásica, en los que los roles de compositor e intérprete están totalmente separados, y en los que la figura del improvisador prácticamente no existe. En cuanto a las dotaciones, he escrito sobre todo para solistas y para grupos pequeños de músicos, y, si bien algunas de mis piezas no tienen instrumentación determinada, siempre doy sugerencias a los intérpretes. Otro aspecto que considero importante mencionar es que la amplia mayoría de mis piezas fueron escritas con algún intérprete específico en mente, alguien con quien normalmente he trabajado antes, y cuyo perfil es el idóneo para abordar este tipo de partituras.
6. ¿Te gusta la literatura? Háblanos un poco acerca de tus textos preferidos y si es que han tenido algún tipo de influencia en tu trabajo como músico.
Mi amor por la literatura es total y abarca todos los aspectos de mi vida. Leer es, por mucho, la actividad más importante que realizo en mi tiempo libre. Baste decir que leo religiosamente todos los días, pero no todos los días toco la flauta (hubo otras épocas en las que sí, desde luego). Aprendí a leer muy chico, mis papás me enseñaron cuando tenía 4 años. No he parado de leer desde entonces. He pasado por muy distintas fases como lector, y en los años recientes me he convertido en un lector sobre todo de poesía, si bien me gustan todos los géneros. Siempre estoy leyendo 4 o 5 libros a la vez. Leo algo así como entre 60 y 70 libros al año. Mis gustos han cambiado mucho en la vida (el primer poeta que me deslumbró fue José Emilio Pacheco, hace ya más de 20 años), pero recientemente aprecio mucho la poesía del siglo XX; amo a Rilke, Seferis, Elytis, Borges, O’Hara, Yeats, Kavafis, Bachmann, Celan, William Carlos Williams, Vallejo, y muchos autores más. También me interesa mucho la poesía china clásica, en particular de la Dinastía Tang (el Taoísmo me interesa sobremanera). Siempre he tenido un vínculo especial con Grecia, que fuera el lugar de mi imaginación cuando niño y, más recientemente, el lugar en el que descubrí la música que quería hacer. Parménides y Heráclito son importantes para mí, pero también los trágicos y, por encima de todos, Homero, mi primer maestro de la vida. La poesía de la Grecia moderna ha sido fundamental para mí en los últimos años, ya mencioné algunos autores a los que habría que agregar a Solomos, Palamas, Vayenas. El mito es central en mi manera de entender la vida y el arte. Autores tan diversos como James Joyce, Joseph Campbell o Heriberto Yépez me han ayudado a entenderlo. En fin, podría hablar de lecturas sin parar por días…
Hablé ya de las dudas que tenía acerca del tipo de música que quería hacer, y siempre supe que tendría que relacionar mi música con la literatura, pero no sabía cómo. En algún momento empecé a usar epígrafes en mis partituras. Esta práctica se ha refinado hasta el punto en que los considero una información fundamental para la interpretación de mis piezas. Los epígrafes están destinados a ser leídos sólo por el intérprete. La idea es que el epígrafe evoque los estados emocionales que la pieza pretende lograr en el escucha. Más recientemente, he colaborado con dos poetas fantásticos a quienes conocí entre 2011 y 2012: Ronnie Yates y Nuria Manzur. Ellos han escrito textos para varias piezas mías, y tenemos siempre alguna idea en marcha. El trabajo que hemos realizado me llena de orgullo y por fin siento que mi trabajo tiene un vínculo esencial y fértil con la literatura. Ronnie escribió el texto original para Manatees Run Sideways, para quinteto de viento; y Nuria escribió el poema Jaspe, del cual hice una versión para voz hablada, flauta y guitarra. Ambos poetas escribieron textos originales para mis piezas Cassandra, para voz femenina; y Flying Bear, para un percusionista. Además hemos colaborado en proyectos de otros tipos y vienen más cosas…ese es un camino que me entusiasma mucho.
7. ¿En qué andas ahora, cuáles son tus proyectos principales?
Tengo muchas cosas en marcha. Soy becario del Programa de Creadores Escénicos del FONCA para el período 2014-16, así que muchas de las colaboraciones que tengo en puerta tienen que ver con ese proyecto. Estoy viajando mucho también sobre todo por esa razón. Soy inmensamente afortunado de poder trabajar con gente maravillosa y excepcional, cuyos espíritus creativos alimentan e impulsan mi trabajo. Tengo colaboraciones con Nuria y Ronnie en puerta. También están mis proyectos de dúo con la chelista Natalia Pérez, con el guitarrista José Manuel Alcántara y con el artista sonoro Yair López. Otro proyecto que me gusta mucho es el trío que tengo con Natalia Pérez y la cantante Carmina Escobar, para quien escribí Cassandra. Además, toco en la legendaria antibanda de improvisación libre Generación espontánea, que ya tiene ocho años de trabajo; y en Liminar, ensamble de música contemporánea liderado por el violista Alexander Bruck. Acabo de terminar una pieza para viola sola, para la violista canadiense Stephanie Griffin y tengo otros proyectos de composición que tendrán cada uno su momento. También hay varios compositores escribiendo piezas para mí, que habrá que estrenar pronto. Y estoy muy activo como maestro, tanto en la Escuela Superior de Música en la Ciudad de México como en el Conservatorio de las Rosas en Morelia, amén de los talleres que estoy impartiendo por todo México. Un aspecto más, en el que pretendo trabajar más profundamente, es en colaborar, como lo he venido haciendo en años recientes, con jazzistas y rockeros. Me escucharán tocar más música tonal en los próximos tiempos.
8. ¿Qué opinas del escenario actual de la música contemporánea? ¿Cómo ubicarse en el mar de posibilidades?
Hay que guiarse por la escucha y nada más. Hay muchas músicas, tan diversas y tan ricas, que seguramente hay para todas las necesidades de escucha de todo el mundo. Yo veo, al menos en México, que la diversidad es amplísima. Podría aquí, como lo he hecho en otras entrevistas, proponer ideas para una clasificación o guía general del panorama musical mexicano en los ámbitos de la música contemporánea y experimental. Sin embargo, ya creo que esas cosas salen un tanto sobrando a estas alturas del partido. De nuevo, son útiles para los músicos, pero no deberían marcar el acceso libre del escucha común. Para nosotros, sí que hay tendencias, estéticas, grupos, etc., y es normal que nos inclinemos hacia tal o cual tipo de prácticas, dependiendo de quiénes somos y en qué creemos. Más arriba esbocé cuáles son mis intereses. Resultaría redundante aquí abundar en las cosas que me interesan. Antes bien, diré que hay muchas manifestaciones de muchas naturalezas, algunas más conservadoras, algunas más experimentales; algunas de gran calidad, originalidad, fascinantes en sus logros y propuestas; otras mediocres y aburridas. Igual que en todo en la vida. El reto para el escucha, toda aquella persona que ha despertado desde el escuchar, el escuchar entendido como una forma fundamental de estar en el mundo, es descubrir entonces cuáles son los fenómenos sonoros que les satisfagan su necesidad, para así resolver esa íntima sed humana, que es imprescindible.
9. Háblanos un poco de la partitura que haces el favor de mostrarnos.
Se trata de Pequeño fénix, para guitarra sola, que escribí en 2011 para José Manuel Alcántara, quien la ha tocado ya varias veces y la estrenó a mediados de 2013. Es una pieza breve que consta de tres fragmentos en los que existe la intención decidida de no usar la guitarra de manera convencional. El primer fragmento centra su mundo en los sonidos producidos al frotar los entorchados de las cuerdas graves, que son como chirridos agudos. El segundo explora las cuerdas al aire mientras la mano izquierda del guitarrista las desafina. El último fragmento reúne varias sonoridades recurrentes en mi música, como trémolos y glissandos, y es muy intenso. Pequeño fénix es una pieza que, cronológicamente, no pertenece todavía a mi idea más reciente de trabajar en un terreno de composición-improvisación, pero que ya apunta claramente hacia ella, y el intérprete debe tomar varias decisiones importantes que completen la pieza. Respecto al título, debo decir que me gusta mucho nombrar piezas con el adjetivo “pequeño”. Originalmente, la idea de estas piezas es que sean breves. Sin embargo, ya en la práctica pueden no serlo tanto. Me atrae la idea de que las cosas pequeñas (en este caso, con poco material) pueden tener un potencial enorme. Después de esta pieza para guitarra compuse Pequeño extranjero, para cello, que es un homenaje a Iannis Xenakis (cuyo apellido significa precisamente eso) y que Natalia Pérez estrenó recientemente. Mi próximo proyecto de composición será un trío para Carmina Escobar, Natalia y yo mismo, inspirado en un poema de Seferis, y se llamará Pequeño huerto.
Preguntas para Wilfrido Terrazas
por Los bastardos de la uva
1. ¿A qué te dedicas?
Soy músico. Nunca he hecho otra cosa. Fuera de la música, soy un completo inútil.
2. Te hemos conocido como intérprete de flauta. Y poco después en tu faceta como compositor. ¿Qué toma preponderancia en tu oficio de músico?
Ahora puedo ver que las distintas áreas de mi trabajo empiezan a tener un feliz y sano equilibrio entre sí, después de tanto tiempo de buscar la manera. Tuve mis primeros contactos con la música a los 12 años de edad. Siempre supe que quería tocar un instrumento. He tocado la flauta traversa por casi 25 años. Improvisé por primera vez en público en junio de 1992. Un par de meses después, empecé a dar clases. Escribí mi primera pieza en 1993. Ese mismo año estrené por primera vez una obra de un compositor con el que trabajé. Durante muchos años, ser intérprete de música escrita fue la principal actividad de mi vida musical, pero eso ha cambiado poco a poco en los últimos 13 o 14 años. Ahora hago más o menos 50% música escrita y 50% música improvisada, participo en muchas manifestaciones cuyos procesos de creación son experimentales, y escribo mucha más música de la que solía escribir. También debo agregar que tuve una breve pero enriquecedora fase como musicólogo, que me ayudó a entender muchas cosas (pronto me di cuenta de que no tenía vocación para ser investigador, pero esa es otra historia). Creo que en este momento de mi carrera todas las áreas en las que trabajo son igualmente importantes, y se alimentan entre ellas.
3. ¿Qué opinión te merece el alcohol? ¿te parece que puede existir algú vínculo entre el consumo de sustancias y el proceso creativo?
¡Jajajajajaja! No lo sé. Tengo muy poca experiencia en ese tema, aunque sí he observado que el alcohol y la música experimental se llevan muy bien. Creo que cada persona es diferente. Mi droga de elección es el oxígeno. Quince, veinte minutos de respiración circular son suficientes para hacerme viajar muy lejos, y normalmente hago bastante tiempo más. A veces tardo días en bajar…
Pero respeto las necesidades de cada quien. Sí debo decir que, de unos diez años a la fecha, me he convertido en un entusiasta del vino, particularmente del producido en los alrededores de Ensenada, Baja California, ciudad en la que crecí. Pero, en mi caso, el gusto por el vino no está directamente relacionado con la creatividad musical, al menos hasta lo que puedo advertir.
4. ¿Qué sientes cuando estás en el escenario? ¿Qué opinas de la performación y la improvisación y en qué sentido permiten entender la nueva música?
Es una pregunta difícil de contestar, porque hay muchos posibles casos y circunstancias. Y algo importante de las músicas experimentales es justamente que, muchas veces, se desafía la idea de escenario. De manera general, podría decir que frecuentemente soy absolutamente feliz en el escenario. Ya hablé de mi adicción al oxígeno. Combinarlo con adrenalina constituye un cóctel irresistible. Frecuentemente llego a estados de éxtasis memorables. Quizá suene a rollo, pero normalmente son otros dos los factores verdaderamente importantes para mí: los otros músicos y, sobre todo, el público. Cuando tocas con colegas con los que tienes una conexión especial, se tiene acceso a verdaderos momentos de magia. La energía que proyectas al público, si todo va bien, se te regresa y entonces todos están listos para viajar muy lejos. Para mí, “entender la música” es sólo relevante para los músicos, como una necesidad profesional. No me parece importante que el público entienda la música, esa no es su competencia. Habrá quien lo pueda o quiera hacer, pero no me parece requisito indispensable para disfrutar un concierto. Esto lo compruebo frecuentemente. Todas las músicas tienen en común el ser proyecciones de formas de energía. Se trata de una energía de doble naturaleza. Por un lado, está la dimensión acústica, que es mensurable (en hertzios, en decibeles), es una forma de energía física, que penetra nuestro cuerpo y apela a nuestra percepción. Por otro lado, está la dimensión emocional de la música, mucho más difícil de medir, pero innegable. Todos los discursos musicales están integrados por flujos de energía y todos somos sensibles a ellos, si es que queremos escuchar. Eso es todo lo que se requiere para disfrutar música nueva o vieja, tradicional o experimental. Si es improvisada, de tradición oral, escrita o parcialmente escrita, esos ya son detalles secundarios de las prácticas musicales de la cultura musical en cuestión, y no deberían interferir con el goce de la escucha, según yo…
5. ¿Cómo definirías tu trabajo como compositor? ¿Qué tipo de música compones y para qué dotación instrumental?
Por mucho tiempo no entendí cuál era la música que quería escribir, y ni siquiera estaba seguro de que quería ser compositor. Me costó mucho tiempo llegar a tener claridad en este respecto. Con tantos años de ser intérprete, me di cuenta de que necesitaba tocar un tipo de música que no estaba llegando a mis manos, una música pensada en función del intérprete, en particular de un intérprete-improvisador, alguien capaz de tomar decisiones creativas en tiempo real. Un colega a quien aprecio mucho, el compositor y musicólogo Jorge David, opinó lo siguiente acerca de mi música escrita, hace un par de años: “Willy, estás escribiendo las piezas que quisieras que los compositores escribieran para ti, salvo que lo estás haciendo para otros intérpretes.” Creo que tiene toda la razón. Para contestar puntualmente la pregunta, diré que mi trabajo como “compositor” (pongo las comillas porque me queda muy claro ya que en realidad las áreas de mi trabajo son inseparables, y que todo lo que hago lo hago desde el mismo punto de partida) ha estado en los años recientes abocado a encontrar y explorar distintas maneras de diálogo entre composición, improvisación e interpretación. Ya no escribo partituras convencionales. Mis partituras se asemejan más a mapas, a través de los cuales el intérprete-improvisador puede llevar a cabo su propio viaje, mezclando su mundo sonoro personal con el mío. Es así que mi música escrita tiene mucho más que ver con los modelos creativos de la música experimental que con los tradicionales modelos de la música clásica, en los que los roles de compositor e intérprete están totalmente separados, y en los que la figura del improvisador prácticamente no existe. En cuanto a las dotaciones, he escrito sobre todo para solistas y para grupos pequeños de músicos, y, si bien algunas de mis piezas no tienen instrumentación determinada, siempre doy sugerencias a los intérpretes. Otro aspecto que considero importante mencionar es que la amplia mayoría de mis piezas fueron escritas con algún intérprete específico en mente, alguien con quien normalmente he trabajado antes, y cuyo perfil es el idóneo para abordar este tipo de partituras.
6. ¿Te gusta la literatura? Háblanos un poco acerca de tus textos preferidos y si es que han tenido algún tipo de influencia en tu trabajo como músico.
Mi amor por la literatura es total y abarca todos los aspectos de mi vida. Leer es, por mucho, la actividad más importante que realizo en mi tiempo libre. Baste decir que leo religiosamente todos los días, pero no todos los días toco la flauta (hubo otras épocas en las que sí, desde luego). Aprendí a leer muy chico, mis papás me enseñaron cuando tenía 4 años. No he parado de leer desde entonces. He pasado por muy distintas fases como lector, y en los años recientes me he convertido en un lector sobre todo de poesía, si bien me gustan todos los géneros. Siempre estoy leyendo 4 o 5 libros a la vez. Leo algo así como entre 60 y 70 libros al año. Mis gustos han cambiado mucho en la vida (el primer poeta que me deslumbró fue José Emilio Pacheco, hace ya más de 20 años), pero recientemente aprecio mucho la poesía del siglo XX; amo a Rilke, Seferis, Elytis, Borges, O’Hara, Yeats, Kavafis, Bachmann, Celan, William Carlos Williams, Vallejo, y muchos autores más. También me interesa mucho la poesía china clásica, en particular de la Dinastía Tang (el Taoísmo me interesa sobremanera). Siempre he tenido un vínculo especial con Grecia, que fuera el lugar de mi imaginación cuando niño y, más recientemente, el lugar en el que descubrí la música que quería hacer. Parménides y Heráclito son importantes para mí, pero también los trágicos y, por encima de todos, Homero, mi primer maestro de la vida. La poesía de la Grecia moderna ha sido fundamental para mí en los últimos años, ya mencioné algunos autores a los que habría que agregar a Solomos, Palamas, Vayenas. El mito es central en mi manera de entender la vida y el arte. Autores tan diversos como James Joyce, Joseph Campbell o Heriberto Yépez me han ayudado a entenderlo. En fin, podría hablar de lecturas sin parar por días…
Hablé ya de las dudas que tenía acerca del tipo de música que quería hacer, y siempre supe que tendría que relacionar mi música con la literatura, pero no sabía cómo. En algún momento empecé a usar epígrafes en mis partituras. Esta práctica se ha refinado hasta el punto en que los considero una información fundamental para la interpretación de mis piezas. Los epígrafes están destinados a ser leídos sólo por el intérprete. La idea es que el epígrafe evoque los estados emocionales que la pieza pretende lograr en el escucha. Más recientemente, he colaborado con dos poetas fantásticos a quienes conocí entre 2011 y 2012: Ronnie Yates y Nuria Manzur. Ellos han escrito textos para varias piezas mías, y tenemos siempre alguna idea en marcha. El trabajo que hemos realizado me llena de orgullo y por fin siento que mi trabajo tiene un vínculo esencial y fértil con la literatura. Ronnie escribió el texto original para Manatees Run Sideways, para quinteto de viento; y Nuria escribió el poema Jaspe, del cual hice una versión para voz hablada, flauta y guitarra. Ambos poetas escribieron textos originales para mis piezas Cassandra, para voz femenina; y Flying Bear, para un percusionista. Además hemos colaborado en proyectos de otros tipos y vienen más cosas…ese es un camino que me entusiasma mucho.
7. ¿En qué andas ahora, cuáles son tus proyectos principales?
Tengo muchas cosas en marcha. Soy becario del Programa de Creadores Escénicos del FONCA para el período 2014-16, así que muchas de las colaboraciones que tengo en puerta tienen que ver con ese proyecto. Estoy viajando mucho también sobre todo por esa razón. Soy inmensamente afortunado de poder trabajar con gente maravillosa y excepcional, cuyos espíritus creativos alimentan e impulsan mi trabajo. Tengo colaboraciones con Nuria y Ronnie en puerta. También están mis proyectos de dúo con la chelista Natalia Pérez, con el guitarrista José Manuel Alcántara y con el artista sonoro Yair López. Otro proyecto que me gusta mucho es el trío que tengo con Natalia Pérez y la cantante Carmina Escobar, para quien escribí Cassandra. Además, toco en la legendaria antibanda de improvisación libre Generación espontánea, que ya tiene ocho años de trabajo; y en Liminar, ensamble de música contemporánea liderado por el violista Alexander Bruck. Acabo de terminar una pieza para viola sola, para la violista canadiense Stephanie Griffin y tengo otros proyectos de composición que tendrán cada uno su momento. También hay varios compositores escribiendo piezas para mí, que habrá que estrenar pronto. Y estoy muy activo como maestro, tanto en la Escuela Superior de Música en la Ciudad de México como en el Conservatorio de las Rosas en Morelia, amén de los talleres que estoy impartiendo por todo México. Un aspecto más, en el que pretendo trabajar más profundamente, es en colaborar, como lo he venido haciendo en años recientes, con jazzistas y rockeros. Me escucharán tocar más música tonal en los próximos tiempos.
8. ¿Qué opinas del escenario actual de la música contemporánea? ¿Cómo ubicarse en el mar de posibilidades?
Hay que guiarse por la escucha y nada más. Hay muchas músicas, tan diversas y tan ricas, que seguramente hay para todas las necesidades de escucha de todo el mundo. Yo veo, al menos en México, que la diversidad es amplísima. Podría aquí, como lo he hecho en otras entrevistas, proponer ideas para una clasificación o guía general del panorama musical mexicano en los ámbitos de la música contemporánea y experimental. Sin embargo, ya creo que esas cosas salen un tanto sobrando a estas alturas del partido. De nuevo, son útiles para los músicos, pero no deberían marcar el acceso libre del escucha común. Para nosotros, sí que hay tendencias, estéticas, grupos, etc., y es normal que nos inclinemos hacia tal o cual tipo de prácticas, dependiendo de quiénes somos y en qué creemos. Más arriba esbocé cuáles son mis intereses. Resultaría redundante aquí abundar en las cosas que me interesan. Antes bien, diré que hay muchas manifestaciones de muchas naturalezas, algunas más conservadoras, algunas más experimentales; algunas de gran calidad, originalidad, fascinantes en sus logros y propuestas; otras mediocres y aburridas. Igual que en todo en la vida. El reto para el escucha, toda aquella persona que ha despertado desde el escuchar, el escuchar entendido como una forma fundamental de estar en el mundo, es descubrir entonces cuáles son los fenómenos sonoros que les satisfagan su necesidad, para así resolver esa íntima sed humana, que es imprescindible.
9. Háblanos un poco de la partitura que haces el favor de mostrarnos.
Se trata de Pequeño fénix, para guitarra sola, que escribí en 2011 para José Manuel Alcántara, quien la ha tocado ya varias veces y la estrenó a mediados de 2013. Es una pieza breve que consta de tres fragmentos en los que existe la intención decidida de no usar la guitarra de manera convencional. El primer fragmento centra su mundo en los sonidos producidos al frotar los entorchados de las cuerdas graves, que son como chirridos agudos. El segundo explora las cuerdas al aire mientras la mano izquierda del guitarrista las desafina. El último fragmento reúne varias sonoridades recurrentes en mi música, como trémolos y glissandos, y es muy intenso. Pequeño fénix es una pieza que, cronológicamente, no pertenece todavía a mi idea más reciente de trabajar en un terreno de composición-improvisación, pero que ya apunta claramente hacia ella, y el intérprete debe tomar varias decisiones importantes que completen la pieza. Respecto al título, debo decir que me gusta mucho nombrar piezas con el adjetivo “pequeño”. Originalmente, la idea de estas piezas es que sean breves. Sin embargo, ya en la práctica pueden no serlo tanto. Me atrae la idea de que las cosas pequeñas (en este caso, con poco material) pueden tener un potencial enorme. Después de esta pieza para guitarra compuse Pequeño extranjero, para cello, que es un homenaje a Iannis Xenakis (cuyo apellido significa precisamente eso) y que Natalia Pérez estrenó recientemente. Mi próximo proyecto de composición será un trío para Carmina Escobar, Natalia y yo mismo, inspirado en un poema de Seferis, y se llamará Pequeño huerto.